martes, 5 de abril de 2011

XI.- LA CATA DE SYRAH EN BARCELONA (02-04-2011)

         La cata de Barcelona ha sido mucho más que una cata de syrah. Ha sido una cena alsaciana con vinos alsacianos, con champagne, con un dulce austriaco, y sobre todo un fin de semana con la gente que más quiero –amén de las ausencias- y con la que me gusta compartir el tiempo que no ocupan mis obligaciones laborales.

         La cata empezó el viernes por la noche con el color salmón de un Egly-Ouriet, brut Rosé Grand Cru (42 meses en barrica y degollado en 2009). Diminutas burbujas, cerezas y frambuesas acompañaron un plato de ibéricos que desapareció en un abrir y cerrar de ojos. La estrella de la noche fue un Muenchberg 2007 de Domaine Ostertag. Un riesling rabiosamente elegante en boca. Flores, mango, piña y suaves cítricos maridaron con una exquisita crema de calabaza. Terminamos los platos salados con la mineralizad y la hierbabuena que desprendía el muscat de Zind Humbrecht que acompañó al plato especial de la cena, una Tartiflette au Munster. De postre naranjas con esencia de rosas; y para finalizar música celestial: el Génesis nº 9 de Kraft, una bomba de más de 450 gramos de azúcar residual. Ni que decir tiene que esa noche dormimos muy bien.

         Llegó el sábado por la mañana y con él el momento más deseado desde hacía cuatro meses: la cata de syrah. Nos dirigimos hacia el restaurante elegido por Vicente y Mª Cruz pertrechados con nuestras copas y decantadores; y, sobre todo con una sonrisa en los labios, un hormigueo en el estómago, y, particularmente, con un buen puñado de dudas rondando el cerebro: ¿diferenciaré los syrah de mi shiraz?; ¿qué habrán traído Vicente y Mª Cruz? Un vinazo del Ródano, seguro; ¿y mi hermano? Supongo que una syrah española, todavía me genera ciertas dudas; y la gran pregunta ¿llevaré el vino ganador? En fin, tonterías que eran lo más importante del mundo en ese momento.

         El restaurante estaba muy cerca de casa Vicente y Mª Cruz, apenas quince minutos. “Santa Teresa” rezaba su nombre. Al menos estábamos encomendados a una santa. Entramos a un pequeño local, cálido y encantador. Piedra en la pared, vigas de madera en el techo, y luz tenue pero adecuada ambientando el interior. Víctor, su dueño, lo había abierto antes de hora para aguantar a un puñado de frikis. Dispusimos las copas y Sergio se encargó de decantar los vinos y numerarlos mientras nosotros esperamos fuera. Víctor se mostró paciente, colaborador y comprensivo. Llegué a la conclusión de que debía ser el marido de Santa Teresa.

         Empezó la cata.

         Cuatro vinos repartidos entre dieciséis copas. El “vinazo” de Vicente, la syrah “española” de Guillermo, mi Shiraz australiana, y el vino ¿? de Xavipaqui (Reflexión: quizás sólo deban participar aquellos vinos que estén acompañados de sus propietarios, aunque esto es harina de otro costal).

         Me he prometido contar mi experiencia y lo voy a hacer por dura que pueda resultar. Espero no molestar a nadie.

         La cata fue un desastre. Quizás venía torcida desde que Raul se dio de baja, quizás desde que lo hicieron Xavipaqui. No lo se. Lo cierto es que después de meter la nariz reiteradamente en cada una de las cuatro copas llegué a la conclusión de que allí sólo había un syrah, y encima … bastante flojo. ¿Dónde estaba la tipicidad de la syrah? Esos aromas a animal, a cuero, a establo, incluso a desagüe que al cabo de un rato se transforma en violetas, tomillos, monte bajo, regaliz, y sobre todo especias ¿dónde estaban? Pasó el tiempo y no hubo evolución.

         El vino 1 (cinta rosa), en nariz, era una ciruela pasa con ciertos toques de tomillo y flores marchitas que acabaron desapareciendo con el tiempo. En boca, muy equilibrado, aterciopelado y sin aristas con un deje final a puromoro rojo muy agradable. Estaba bien, sin más, pero aquello no tenía nada ni de syrah ni de Shiraz. ¿Qué cojones era aquello? Lo único que tenía claro es que había sido vendimiado tardíamente. Primera mosca tras la oreja.

         El vino 2 (cinta blanca) lo identifiqué inmediatamente como el mío. En nariz olía a mar, a salazón, a ligeras notas de pimienta, a inapreciables especias y a algo de eucalipto. En boca demasiado acuoso, como mezclado con agua del mar. Conforme avanzaba la cata apareció el cuero y el olor animal, a la inversa de lo que debe ser en un Shiraz. Cierto que tenía la tipicidad de un Shiraz australiano y que sabía que la bodega estaba cerca de la costa del sur de Australia, lo que provocaba esos recuerdos a mar, pero la realidad era que mi vino estaba descompensado y excesivamente salado. Segunda mosca tras la oreja.

         El vino 3 (cinta negra) pensé que era “la castaña de Xavipaqui” (sin rencor, he prometido ser sincero). Una syrah de Utiel Requena de algún conocido. No puede haber una buena syrah en Utiel-Requena, pensé. En nariz era alcohólico, plano y muy poco expresivo. En boca, amargo, tánico… un cadáver. ¿Qué coño era lo que estábamos bebiendo? Tercera mosca tras la oreja.

         El vino 4 (cinta verde). Este es el vino de Guillermo y Ana, sin lugar a dudas “Pasamonte”. El pensamiento lo destrozó el monstruo de Vicente (por lo feo que es) cuando con risa estruendosa dijo: “esto es un Habla, de Extremadura”. Mi hermano se quedó pálido y sin “habla”, Ana no se lo creía –yo tampoco-. Cuando se dio cuenta de que era tarde para mentir, Guillermo asintió. Lógico, ¿quién va a negar la verdad cuando un tío te saca tu vino (¡una syrah de Extremadura!) con una rotundidad aplastante? Un Habla, de Extremadura, syrah, ¡Manda huevos! ¡Qué grande eres Vicente! La cuestión es que el “Habla” tampoco era una syrah o dicho de otra forma era una syrah a la que habían hinchado a anabolizantes. Sólo al ver el color lo tuve claro. Negro como un abismo: enzimas a punta pala, y un ribete que daba miedo mirarlo. En nariz, gominola de fresa, violetas y monte bajo. Para mí un batido de chips –de los mejores, eso sí-. En boca, amargo, algo tánico, más violetas, monte bajo, regaliz y especias que se incrementaban conforme más aire entraba en sus negras entrañas. Cuarta mosca tras la oreja.

         Si mi vino es el segundo ¿cuál es el “vinazo” de Vicente? ¿Será el primero? No puede ser no tiene ninguna tipicidad. Si, está bueno. Bien hecho, equilibrado… pero no es un syrah. Demasiadas moscas tras la oreja y yo sin matamoscas.

         Estuvimos desvariando durante un buen rato. Todos coincidíamos en la decepción y en la falta de tipicidad de los syrah. Hablamos sobre nuestros vinos. Vicente confirma que su vino es un Ródano, de Cornas, un Auguste Clape 2004. Algo ha fallado, lo tenemos claro. Hemos probado los Cornas de Clape y son espectaculares y elegantes. Nada que ver con el contenido de las copas. Por mi parte, descubro mi australiano de 2003, Ralph Fowler, de Monte Benson, un pequeño bodeguero que trabaja todo manualmente, pegado al mar. Decidí jugar al despiste y la jugada me salió mal. Mi hermano confirma su ultramoderno “Habla 06”, supuestamente un vino natural.

         Bueno, vamos a votar.

         De forma unánime todos votamos al vino 1 (cinta rosa). Lógicamente gana con veinte puntos. En segundo lugar, el vino 2 (cinta blanca) con doce puntos. En tercer lugar, el vino 3 (cinta negra) con diez puntos. Y en cuarto lugar el vino 4 (cinta verde) con ocho puntos.

         Destapamos las botellas y… sorpresón!!!

         El vino 1 (cinta rosa) se corresponde con … el vino de Xavipaqui. Una botella de cristal verde, sin etiqueta y sin marca en el tapón. ¡¡¡Con dos cojones!!! Desde el Vega Cristina no recordaba algo igual. En segundo lugar, el vino del que escribe; en tercer lugar, el de Vicente y Mª Cruz; y en cuarto lugar el de Guillermo y Ana.

         Rápidamente llamada a Javi. Éste no reacciona y no se lo cree hasta pasados varios minutos –posiblemente aún esté dudando-. Nos cuenta que es el vino de un amigo de Javi “El Barbas” que tiene una pequeña bodega y que ha hecho una syrah experimental. El bodeguero en cuestión responde al nombre de José V. Pardo. Vino natural, ecológico, pequeña parcela, vamos todo lo que debería ser en un futuro el “vino de Javi”.

         Comimos maravillosamente bien. Buena materia prima, mejor cocina. Sencillo pero exquisito. Apenas volvimos a probar cualquiera de los cuatro vinos. Ni que decir tiene que le dimos la comida a Amparo con el run run de la cata.

         No quiero ser injusto, ganó el mejor vino y lo hizo con una diferencia rotunda. Pero insisto aquello no era un syrah. Para mí todo vino tiene que tener tipicidad y el vino de José V. Pardo no la tenía. Desde luego que era un vino bien hecho (vendimiado tardíamente), pero no había nada de tipicidad en su interior. Si, si, ahora es cuando vienen los defensores de que una syrah valenciana no tiene porque saber como una del Ródano, y que en cada lugar la tipicidad se manifiesta de una forma diferente. Todo eso está muy bien, pero no para mí. Si quiero comer una paella me la como en Valencia, en mi casa o, a lo sumo, en cuatro restaurantes. Una paella fuera de Valencia también es arroz pero ya no es paella. No me gusta una paella con pollo, conejo, costillas de cerdo, marisco, y pimientos rojos, como tampoco me gusta una syrah que no sepa a violetas, a monte bajo, a pimienta negra y a especias, y que no empiece oliendo a algo de cuero.

         El azar quiso que un vino muy bien elaborado se juntara con una syrah muerta (Vicente ¿has ido ya a la Vilaviniteca?); con otra descompensada, que posiblemente había pasado su mejor época; y con otra excesivamente artificial. La sensación de esta cata es muy similar a la de “vinos españoles” en casa de Raúl, hace ya más de un año: decepción porque ninguno de los vinos que catamos enamoraba, ninguno causaba emoción, ninguno erizaba la piel. Las expectativas defraudaron y eso siempre duele. Esperábamos vinazos y encontramos mediocridad. Sólo cabía una solución: una mala cata sólo se supera con otra cata, y cuanto antes mejor.

         Salí del “Santa Teresa” pletórico ante la esperanza de la próxima cata, ávido de nuevos vinos y de nuevas sensaciones. Esa tarde paseamos bajo las sombras de los edificios modernistas que cubren el ensanche de Barcelona; bordeamos la Catedral; retrocedimos en el tiempo cuando cruzamos la plaza de San Felipe Neri; serpenteamos por el barrio gótico hasta llegar a Las Ramblas y nos rendimos en una cafetería de la Plaza Real, viendo pasar la vida.

         No volvimos a probar el vino en todo el fin de semana. Regresé a Valencia con la esperanza de la próxima cata, con la certeza de que la cata de syrah, a pesar de todo, había sido muy instructiva y didáctica, y sobretodo con un fin de semana en el que el mejor sabor me lo dejaron mis compañeros de viaje.

Juanlu

         Este es resumen de los participantes y del resultado final:

1º Syrah 2010, Utiel-Requena, Bodegas José V. Pardo, (sin comercializar)
    Javi / Paqui (No presentes)

2º Shiraz-Viognier 2003, Mount Benson Australia, Ralph Fowler (25€)
    Juan Luis

3º Cornas 2004, Cornas, Domaine Clape (65€ - 30%)
    Vicente / Mari Cruz

4º Habla Nº6 Syrah 2007, V.T. Extremadura, Bodegas Habla (26€)
    Guillermo/Ana


         Documentación gráfica:

         Los participantes y el entorno:



Los vinos degustados durante la cena alsaciana:


La cata de syrah:








2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu narración Juanlu.
    Mª Cruz y yo lo pasamos muy bien con todos vosotros durante el fin de semana, se nos pasó volando y nos pareció corto, pero eso sí, intenso y divertido. Lo disfrutamos mucho.

    Respecto a la cata de Syrah, la verdad es que, en mi opinión, fue un auténtico desastre. Significativo tu apunte en relación a que prácticamente no bebimos durante la comida, recuerdo que normalmente acabamos las botellas comiendo después de las catas.
    El mío salió muerto, me jode porque no pudimos disfrutar de un Clape, ¡una putada!.
    El australiano era el único que daba las notas de la cepa pero a mi entender salió desequilibrado y en declive.
    El Habla pienso que es un vino exuberante todo diseño y modernidad, no lo puntuamos bien, a mí en concreto no me gustó, pero he de destacar que Ana y Guillermo se lo curran mucho y nos trajeron este vino que está en boga y que también es interesante probar.
    Y el vino ganador, como tú comentas, no recuerda a Syrah en ningún momento, se trata de una cata a ciegas pero sabíamos el tema monovarietal y aún así dudábamos de que fuera un syrah. Sin embargo, también como tú dices, es ganador con toda justicia, fue la mejor botella de las cuatro y el que más nos gustó, o mejor dicho, el único que gustó. Enhorabuena a los ganadores: Javi y Paqui.

    Ahora, por mi cabeza rondan dos curiosidades: cuál será el tema de la próxima cata y cuál sería el vino seleccionado por Raúl para esta cata (apuesto que Syrah francés y con muchas posibilidades, y más visto lo visto).

    ResponderEliminar
  2. El restaurante Santa Teresa lo descubrímos hace poco y la verdad es que nos gusta mucho su cocina, destacando la materia prima y su elaboración, también su servicio impecable. Un restaurante, además, barato. Es muy de agradecer la atención que nos dispensaron.

    Los vinos de la cena alsaciana del viernes fueron:

    -Champagne Egly Ouriet Brut Rosé Grand Cru (dégorgement janvier 2009, 42 mois en cave)
    -Muenchberg Riesling 2007 Grand Cru, Domaine Ostertag
    -Goldert Muscat 2003 Grand cru, Domaine Zind Humbrecht
    -Genesis Nº 9 Pinot Grigio, Weingut Kraft

    Ayer tarde estrené la copa Senso Impitoyable con 2 deditos que quedaban del Genesis Pinot Grigio de Kraft: ¡¡Una maravilla de vino!!

    ResponderEliminar