domingo, 22 de julio de 2012

XVII.- CATA DE CHAMPAGNES EN REQUENA (29-06-2012)


            “Bebo Champagne cuando estoy feliz, también cuando estoy triste. Algunas veces lo bebo cuando estoy sola, pero cuando estoy acompañada lo considero obligatorio. Como con él si no tengo hambre y lo bebo cuando sí la tengo. En cualquier otro caso no lo bebo, a menos que tenga sed”.
            Madame Lily Bollinger

            Sólo su nombre destila clase y elegancia: Champagne. Una palabra que suena y sabe bien sólo con pronunciarla. Sinónima de lo exquisito, del lujo y del éxito. “La crème de la crème”. La palabra champagne no suena igual que “cava” y, mucho menos que “espumoso”. No. De hecho, nada tienen que ver. El champagne es pinot noir, chardonnay y pinot meunier, nada más. Ni xarel.lo, ni parellada ni macabeo ni bobal ni garnacha ni monastrell… Sólo las variedades de champagne, por sí solas o en su conjunto, unidas a la caliza y al clima frío de la región, producen este maravilloso elixir.

            Hay vinos que su nombre identifica una región. El champagne identifica un país. Si embargo, curioso resulta que uno de los símbolos de Francia tal vez no sea un invento francés. Es más que probable que Dom Pérignon no inventara el champagne, aunque no por ello el monje no tenga su mérito, pues se pasó gran parte de su vida tratando de eliminar las burbujas que de forma natural aparecían en sus vinos sin saber el motivo de su aparición. De hecho, nadie ha podido demostrar que Dom Pérignon hiciera un vino espumoso de forma intencionada, aunque la opinión generalizada es que lo hizo. Así lo creía Dom Grossard, el último maestro bodeguero de Hautvillers. Lo cierto es que parece que fueron los ingleses quienes inventaron el champagne seis años antes de que Dom Pérignon se estableciera en Hatvillers, más de treinta años antes de que los franceses elaboraran su primer champagne espumoso y unos setenta años antes de que se fundara la casa más antigua de champagne. Tal vez fuera de forma accidental, pero así parece que fue. La teoría más extendida es que las botellas llegaban a la segunda fermentación en las cálidas tabernas británicas. El vino, con algo de azúcar a modo de conservante, se vertía en botellas de origen inglés, hechas de un cristal resistente que soportaba la presión interna de los gases, luego las tapaban con corcho. El cristal francés era mucho más frágil y los tapones todavía de madera envuelta en cáñamo. Estas circunstancias propiciaban esa segunda fermentación con el calor de las tabernas inglesas. Así surgió el espíritu de Francia.

            El nuestro llegó a Requena sediento del líquido en cuestión. Requena es un buen sitio para beber champagne, al menos tan bueno como cualquier otro lugar del mundo. Llegamos con nuestras botellas bajo el brazo y cumpliendo con las pautas de los organizadores, Xavipaqui. Un champagne que tuviera las tres variedades. Cuando Javi comunicó su decisión, el primer vino que pensé en llevar fue el millesimé 1989 de Antoine Beaumont, luego pensé que aquello era imposible. Daniel y Elena se habían bebido las dos últimas botellas que quedaban, además aquel vino no contenía las tres variedades. Tampoco el Michelle Lesot, de Miguel “El Español”, otra de las opciones inicialmente pensadas. Encontrar un champagne digno y ganador se convirtió en una tarea difícil que nos llevó su tiempo. Al menos, creo que en general así fue. Sin embargo, el gran día llegó y con él los champagnes con las tres variedades. No fue una cata de vinos emocionantes, pero sí diferente y acertada.

            Los vinos tomaron un baño de agua y hielo para alcanzar su temperatura adecuada. Fueron servidos uno a uno durante la cena. Sin estrés ni prisa. El sistema me gustó. Cenamos y bebimos con tranquilidad y con el tiempo necesario para diseccionar sus colores, aromas y sabores.

            El primero de los vinos creó ilusión. Era complejo con notas acoñacadas. El segundo un perfume de jazmín. El tercero el más tostado. Y el cuarto, el más decepcionante. El desenlace fue curioso y sorprendente. El vino ganador y el último ¡eran los mismos champagnes! La diferencia estribaba en la fecha de degüelle, 2006 frente al 2009. Sin embargo nada tenían que ver. Eran como el cielo y la tierra, como la tempranillo y la chardonnay, como Requena y Borgoña. Algo que nunca había pasado y que tarde o temprano tenía que suceder.

            Este fue el resultado:

Zoémie De Sousa Brut Merveille: 50% Chardonnay, 40% Pinot Noir, 10% Pinot Meunier (degüelle 7/4/2006) (38 €).El vino lo trajeron Xavipaqui.
Tarlant Zéro Brut Nature: 1/3 Chardonnay, 1/3 Pinot Noir, 1/3 Pinot Meunier (degüelle junio 2010)  (35 €). Éste fue el vino de Raúl.
Billecart-Salmon Extra Brut Réserve: 40% Pinot Meunier, 35% Pinot Noir, 25% Chardonnay (sin datos de degüelle) (35 €). Mi vino no ganador.
4º Zoémie De Sousa Brut Merveille: 50% Chardonnay, 40% Pinot Noir, 10% Pinot Meunier (degüelle 11/2/2009) (31 €). El vino de Vicente y Mari Cruz.

            Bollería, levaduras, tostados, jazmines, acidez, mineralidad, cognac, manzanas, crema, burbujas que dejaron de existir, una terraza con estrellas, arroz al horno, carpaccio de gambas, pizza con base de paté, piña, helado, flan de chocolate, Sauternes… Xavipaqui vuelven a organizar cata y lo tienen difícil de superar. Esperamos instrucciones.

            Juanlu


            Documentación gráfica:

No hay comentarios:

Publicar un comentario